miércoles, 22 de abril de 2009

El Movimiento Sindical Venezolano en la Epoca de la Mundializacion de la transicion del Punto Fijismo al Bolivarianismo



El sindicalismo tiene en Venezuela un papel importante y cambiante en el sistema de relaciones laborales tanto en el sector público como en el privado y en el sistema político. Sin embargo, desde las concepciones hegemónicas en los medios de comunicación hay permanentes omisiones y – muchas veces – estigmatizaciones de nuestros “sindicatos realmente existentes”, más allá de los modelos teóricos en debate.

El presente trabajo se realiza en medio de una coyuntura signada por el intento de un nuevo tipo de intervención del Estado en el movimiento sindical venezolano y la reciente realización el día 3 de diciembre de 2000 de un "referéndum nacional" para convocar a una Asamblea Sindical Nacional con el objetivo de reestructurar el sindicalismo, referéndum con escasa participación popular que abre una nueva etapa de la vida del movimiento. Por nuestra parte, comenzamos desarrollando algunas propuestas metodológicas, nos referimos al período anterior, tratando de explicar los antecedentes del actual proceso, proponemos una propuesta de periodización de la reciente historia del movimiento sindical, enfocándonos en el tema de la transición, intentamos algunos aportes sobre el tema de la influencia de la mundialización y, finalmente, realizamos algunas reflexiones y propuestas sobre la actual coyuntura más que como conclusiones como ideas finales. .

Desde el punto de vista cronológico, la etapa actual comienza con la crisis de los años ochenta, "la década perdida" para América Latina. Este es el período que nos hemos detenido a analizar para el caso concreto de Venezuela.

El tiempo en el cual se enfoca en análisis (1980-2000) forma parte de dos períodos de la historia política reciente de Venezuela:

· el que se ha denominado "puntofijista" por la influencia que tuvo en él el acuerdo político entre los partidos AD, COPEI y URD después de la caída de Marcos Pérez Jiménez a comienzos de 1958 y que terminó convirtiéndose en un sistema bipartidista dominado por las dos primeras organizaciones políticas hasta que comienza su descomposición en los noventa y culmina en 1999 y

· el que podemos designar provisoriamente como "bolivariano" o "chavista", que se instaura con el triunfo electoral del "Polo Patriótico" y la votación y promulgación de la nueva Constitución (año 2000).

En el cuadro siguiente resumimos diacrónicamente las relaciones mutuas entre los cambios de la historia política (segunda columna vertical), las etapas de la evolución sindical (en la primera columna: sindicalismo “partidizado”, sindicalismo “neocorporativo” y su actual intento de reemplazo por un sindicalismo “patriótico” u “oficialista”) y (en la tercera columna) la progresiva ilegalización del conflicto como un de los ejes del proceso.

La década de los noventa: del neocorporativismo a la posible disgregación

Políticamente la década comienza, en realidad, en febrero del año anterior con el "Caracazo"

En la relación entre el Estado y las cúpulas del movimiento sindical se agudiza el neocorporativismo al punto que ello comienza a provocar su propia desintegración y se profundiza la deslegitimación de esas estructuras cupulares. Cuando asume - durante el segundo gobierno de Pérez - la directiva de la CTV encabezada por Antonio Ríos, por primera vez la juramentación la hace el Jefe del Estado. El financiamiento de muchas estructuras nacionales y locales, los locales sindicales etc. provienen del presupuesto público. La Ley Orgánica del Trabajo adopta esa tendencia neocorporativa: ¡los fondos sindicales serán fiscalizados, en última instancia, por la Contraloría General de la República según el Parágrafo segundo del artículo 442, como si fueran fondos públicos

Como parte del proceso de acelerado deterioro del Estado, los organismos financieros internacionales que financiaron la "reforma" de la seguridad social interviniendo "neocolonialmente" junto con la particiapación descarada de "expertos" de grupos financieros y en especial compañías de seguros que imponían sus criterios sobre las propuestas de los equipos gubernamentales.

La participación sindical fue patética, "intervenida" también por las promesas de un crédito para la formación sindical, las expectativas de montar sus propios negocios previsionales y la participación como asesores sindicales de "expertos" con una lógica "desreguladora" que asumen "tecnocráticamente" la representación de los trabajadores sin el mínimo mecanismo de participación real de las estructuras sindicales y, mucho menos, de los trabajadores.

A la privatización y desregulación se acompaña - en una aparente contradicción - la abusiva intervención del Estado en las relaciones colectivas, sobre todo en la represión "institucional-ilegal" de la huelga. Se dicta inconstitucionalmente un Reglamento restrictivo de la huelga, con la presunta participación sindical, aunque en descargo de los sindicalistas podemos afirmar que ningún dirigente fue realmente consultado.

Las cifras de huelgas ilegales trepan6: la ilegalización del conflicto y la agudización de la tensión social que se había desbordado a comienzos del período con el "Caracazo", deriva en una creciente anomia y un descalabro del sistema bipartidista. Las cúpulas de los sindicatos se convierten - según todas las encuestas de opinión - en la dirigencia más desprestigiada del sistema, aunque estudios serios muestran que en los sectores con tradición sindical sigue existiendo una notable identificación con la “institución” sindicato en grandes empresas como SIDOR, CANTV y CADAFE y con la dirigencia de base.(Romero, 1997a)

El período de transición.

a) La debacle del sistema bipartidista trae como consecuencia la desarticulación de los partidos tradicionales y las elecciones presidenciales del 98 con dos "outsiders" como candidatos fundamentales y el triunfo del que representaba la opción más radical frente al sistema, tanto que había intentado derribarlo por las armas. El comandante Hugo Chávez Frías, que es elegido presidente y diseña una nueva institucionalidad: la Quinta República y es relegitimado este año tras modificar la constitución.

Desde antes de la campaña electoral el actual presidente enfiló sus baterías contra "las cúpulas podridas" del sindicalismo. Sin embargo - como señala Héctor LUCENA (2000) "la CTV poco después del triunfo electoral de Hugo Chávez le envió una carta manifestándole su disposición al diálogo y ofertándole su apoyo (El Nacional 11-12-98). Un reconocimiento del nuevo escenario. La arrogancia cetevista - CTV - de otros tiempos desapareció". ¡Sin embargo, su vínculo con el Estado, no podía desaparecer!8

b) El gobierno ha pretendido desde entonces llevar a cabo elecciones sindicales “desde el Estado”, sea por intervención de la Asamblea Constituyente, de la Asamblea Nacional o – actualmente – del Consejo Nacional Electoral.

Las ideologías que predominaron en nuestros sindicatos - y en "sociedad civil" en general - han sido estatistas y ello ha contribuido a que la idea de libertad y autonomía sindical esté escasamente enraizada entre nosotros, en nuestras prácticas, en la conciencia de la mayoría de los trabajadores.(Iturraspe, 1999)

Pero el conjunto del movimiento sindical, desde su inicio y, a diferencia de otras experiencias más tempranas de otros países con influencia anarquista, tuvo una fuerte vinculación con las ideas y las organizaciones marxistas, nacional reformistas que devinieron en socialdemócratas, o cristianas, pero en general con un fuerte contenido estatista, dentro del esquema del Estado de bienestar de postguerra primero y del esquema neocorporativo después.

Ahora bien, dentro de este panorama no puede extrañarnos que las normas propuestas con ánimo democratizador, en muchos aspectos, sean contrarias a la idea de autonomía sindical, lo contrario más bien debería sorprendernos.

c) Sin embargo, el esquema adoptado por la nueva constitución en la materia establece en forma amplia las bases de un régimen de libertad sindical.

Por ello, en nuestras discusiones se le suele dar mucha importancia al hecho si las propuestas de democratización se ajustan o no a las normas internacionales (y a la Constitución que les otorga el más alto nivel jurídico). Si bien esto es importante para el Estado de Derecho, lo más importante es definir si este tipo de medidas “desde arriba” pueden contribuir a la regeneración del sindicalismo como factor fundamental de una sociedad y de una economía democráticas.

Para ello debemos comprender que el sindicato no es parte del Estado, que hay que respetar los espacios de la sociedad civil. Y lo primero que el Estado debe garantizar, desde ese punto de vista, es la autonomía sindical: la democracia sindical será obra de los propios trabajadores. Este es el esquema adoptado por la Constitución del 99

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