sábado, 13 de junio de 2009

La lógica de la Academia y las contradicciones con la lógica del poder El caso venezolano y la Revolución Bolivariana


Es probable que la lógica de la Academia tenga capacidad y posibilidades de funcionamiento en la medida en que el Gobierno, el poder, y la Academia, mantengan espacios separados. Pero, cuando ambos se articulan, voluntariamente o bajo presiones de fuerza, como ocurre con los procesos supuestamente revolucionarios que tienden al control, más que a la regulación, entonces la Academia sufre efectos negativos. El presente artículo examina los términos de esa ecuación en el caso de la Revolución Bolivariana, como se denomina a sí mismo el actual gobierno venezolano.

Cualquiera que sea el análisis de la situación política de Venezuela, no parece caber duda alguna de dos fenómenos propios de esta actividad institucional: uno, la emergencia del venezolano Hugo Chávez como una figura destacada en el ámbito latinoamericano y con un inesperado espacio internacional, sobre todo, al establecer alianzas que él llama estratégicas con lo que en la literatura se conoce como los rogue states, los Estados forajidos, si bien hay quienes arguyen que estos Estados incluyen, por ejemplo, a los Estados Unidos de América; dos, que su ascenso al poder ha generado el establecimiento en el país de una postura doctrinaria dominante, oficial, el chavismo. Es oportuno señalar, al inicio de nuestro trabajo, que la extrema polarización que vive actualmente la sociedad venezolana hace que todo se vea en términos de pro y en contra. Con extraordinaria humildad de nuestra parte aclaramos que no estamos ni en pro ni menos en contra; quizás esto sea difícil e improbable de creer, pero simplemente trataremos de acercarnos al tema de estudio según el formato de lo que en inglés se señala como without prejudice. Es evidente que en Venezuela, en el año 2006, un año electoral que muchos consideran decisivo para el futuro de un formato político democrático, las posiciones se hallen polarizadas al extremo y cada argumento es calificado y clasificado en un o u otro extremo del espectro político e ideológico.

Durante este gobierno, constitucional, pero autocalificado como revolucionario, antes bolivariano y ahora socialista, se han producido una serie de cambios en la distribución del poder, tanto en los grupos populares, como en los institucionales, en este caso el ejército. Esto es, pueblo y ejército son dos polos de poder que se expresan de manera distinta al pasado inmediato en esta sociedad. El presente artículo es, entonces, un análisis acerca de la composición del poder en Venezuela, tanto si sigue la lógica democrática usual u obedece al precepto revolucionario de modo tal que los principios que caracterizan aquella son sustituidos, por inoperantes e ineficientes, para los objetivos del cambio radical, esto es, revolucionario. Vale decir: ¿se está creando en Venezuela la posibilidad de un poder expresado a través de una revolución capaz de cambiar esta sociedad y ser polo de diseminación del principio revolucionario, o se trata de un ardid del viejo caudillismo que conduce a las dictaduras, que en el nombre de la revolución se entronizan en el poder y aplican políticas populistas atadas más bien a los principios radicales del mercado?

Se omite generalmente que la Revolución Bolivariana, como se le denomina en Venezuela, no proviene de una acción relacionada con un golpe de estado, sino que es simplemente una acción constitucional. Esto es, no hay en Venezuela sino un gobierno constitucional, electo en forma libre y transparente en diciembre de 1998. Del mismo modo, se ha querido hacer creer que este gobierno ganó en forma mayoritaria y desde entonces ha ganado de esa manera todas las sucesivas elecciones que han tenido lugar en el país. Es oportuno para ello citar las cifras oficiales.

El ascenso de Chávez al poder ha permitido crear una mitología, del líder popular y de una revolución. Ambas cosas pueden ser cuestionadas. Por ejemplo, en las sucesivas elecciones que han tenido lugar en el país desde diciembre de 1998, el porcentaje de Chávez ha sido minoritario y, en todo caso, el mayoritario ha sido lo que es común en muchos países, la abstención. En efecto, sin entrar a comentar los detalles estadísticos de las pasadas elecciones, desde la de diciembre de 1998, se observan los siguientes datos: en diciembre de 1998, Chávez 33,38%, sus opositores 25,99% y una abstención de 36,55%. En un revocatorio en abril de 1999, el ya Presidente obtuvo el 32,94%, contra 62.53%. Para la formación de la Constituyente la abstención subió a 62,62%, contra 32,94 del grupo del Presidente. En julio de 1999, la abstención fue de 53,77% y en el año 2000 de 43,69%, con el Presidente obteniendo el 32,06% del voto. En un revocatorio de 15 de agosto de 2004 el Presidente obtuvo el 41,32%, contra una abstención de 30,08%; en la elección para designar gobernadores el 30 de octubre de 2004, el grupo del Presidente obtuvo el 26,18% contra 51,88 de abstención, y en una elección para designar diputados a la Asamblea Nacional el grupo del Presidente obtuvo el 21,05 contra 74,74% de abstención. Se trata entonces de un Presidente que nunca ha alcanzado la mayoría de la cual se hace eco la propaganda oficial, el aparato más poderoso que de hecho haya tenido gobierno alguno en el país, advirtiendo que en términos de porcentajes de votos otros gobernantes de Venezuela, como el Presidente Jaime Lusinchi (1984-1989), obtuvieron proporciones mayoritarias del electorado. Por ejemplo, cuando fue electo presidente Carlos Andrés Pérez la primera vez (1974-1979) obtuvo el 52,89% de los votos con una abstención de 12,45%, mientras que a su vez Jaime Lusinchi obtuvo el 56,72%, el porcentaje más elevado de presidente electo alguno en Venezuela, con tan sólo 12,25% de abstención (CNE, 2006).

Por supuesto, es inevitable incluir en este documento las cifras oficiales que nos refieren a un mapa del comportamiento del electorado en Venezuela. Lo más probable es que este documento sea leído con posteridad a las elecciones presidenciales que tendrán lugar el 3 de diciembre de 2006.3 Ajeno a estos resultados lo que deseamos observar es una tendencia con márgenes elevados de probabilidad que se mantenga.

En todos los casos la supuesta propuesta revolucionaria venezolana se dirige hacia la superación del capitalismo y la adopción del socialismo. No faltan las fuentes, en la literatura periodística venezolana, sobre esa materia. Por ejemplo, para citar en forma errática, obsérvese el siguiente argumento: «Los pueblos que históricamente han sido dominados y obligados a callar, de cuyas riquezas han sido despojados y a los que se le ha negado la posibilidad de desarrollarse y crecer, de ser libres y soberanos, ahora están tomando conciencia de los motivos de su situación, y en conocimiento de la esencia del capitalismo y de su modo de funcionamiento, enarbolan la bandera del derecho a la vida como la razón más poderosa para destruirlo, y sobre sus ruinas construir una sociedad más justa y humana: el socialismo. Lo haremos» (Castellanos, 2006). De este modo, el ejercicio del poder asume en Venezuela una razón ética y moral: destruir aquello que por su propia naturaleza es negativo y sustituirlo por un sistema que permita construir una sociedad «…más justa y humana: el socialismo.» El poder, entonces, es un instrumento para la transformación y el cambio.


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